(No One Never Enters)

12/24/05

Decidí que iba a escribir un cuento para niños y aquí está el resultado.

Si pudieran darme su opinión aquellas personas a quienes les encanta contradecir el nombre de este blog, lo agradecería mucho.

No tiene nombre aún, si pudieran ayudar con eso, lo agradecería también:



"Eduardo Guzmán siempre fue un niño raro.


Desde que nació sus padres lo ponían frente al televisor a devorar horas y horas de argumentos televisivos, pero nada lo emocionaba más que ver “Las aventuras del capitán espacial”, “Comando interestelar” y la repetición de una vieja serie llamada “Los halcones galácticos”, por lo que nunca se perdía un solo capítulo y claro, gracias al lavado catódico de cerebros obtuvo todas las figuras de acción.

Ya entrada la primaria descubrió autores como Isaac Asimov, J.M Dillard y Carl Sagan, quienes le hicieron expandir su universo a la posibilidad de la existencia de vida extraterrestre, así que de inmediato decidió que iba a ser investigador espacial astro-físico nuclear, lo que fuera que eso significara. Mirando siempre hacia el cielo.

La mayor parte de su niñez, Eduardo la pasó investigando y experimentando con los misterios del Universo, arrojando su primer resultado al construir un cohete interestelar tripulado por el caradura del Capitán Espacial (su figura de acción). Colocó 6 cohetes, de esos que encontraba en las ferias de los pueblos, dentro de un bote de polvo de chocolate, y para la cabina utilizó el recipiente de su gelatina, todo pegado a conciencia con “Kola-chiflada”. El resultando fue un accidente el cual, gracias a su madre, nunca olvidaría. Un incendio que los dejaría sin automóvil por varias semanas.

Ustedes pensarían que Eduardo cejó en su intento por alcanzar las estrellas y un posible contacto alienígena, pero al contrario, con mucho cuidado, tomando todas las precauciones, Eduardo realizó y realizó pruebas en un campo que se encontraba a unas cuadras de su casa. Por supuesto, los cohetes de Eduardo nunca lograron elevarse más de 100 metros del suelo, y eso, gracias a que un ave de rapiña alguna vez interceptó una de sus naves al confundir su vuelo con el de un ave moribunda.

Al fin, Eduardo se olvidó de los cohetes y los seres de otros planetas, reemplazándolos por bicicletas y niñas, pero Eduardo no sería nunca más el mismo; pasó de ser un niño raro a un adulto raro y posteriormente a un anciano aún más raro. Al parecer, sus experimentos despertaron en él la sensación de que algo buscaba y siempre que emprendía algo, daba un paso más adelante; lo que le ayudó a tener un gran empleo en la fabrica de Chocolates S.A, pues en una de esas inventó un reactor que fundía el chocolate 10 veces más rápido.

Pasaron los años y Eduardo no dejaba de inventar cosas que alegraban la vida de otros niños. Siempre inspirado al observar el cielo.

Pero todo lo bueno llega a su fin y Eduardo gradualmente se hizo viejo (que no inútil). Se fatigaba con más facilidad y el sueño le invadía varias veces al día. Mientras dormitaba vislumbraba los recuerdos de su niñez, de sus cohetes y de sus extraterrestres.

Para ese entonces la humanidad había logrado alcanzar Marte y los viajes espaciales ya no eran tanta noticia como en la niñez de sus padres. De hecho, habían algunos viajes turísticos de los cuales, por supuesto, sólo gente con suficiente dinero podían disfrutar. Pero Eduardo ya había trabajado tanto en su vida como para poder pagar un viaje así, aunque significara quedarse sin un centavo de los ahorros que había realizado.

Un buen Domingo de Marzo Don Eduardo abordó el crucero que lo llevaría a orbitar una semana la tierra. Toda su familia le acompañó a despedirlo y a desearle suerte, pero con la preocupación natural de una familia amorosa, pues Don Eduardo ya no era ningún jovenzuelo. Pero, ¿qué puede uno hacer cuando quiere a alguien tan obstinado?.

Eduardo nunca lo comentó, pero el se iba al espacio para no volver y dejando una nota póstuma dijo – No se culpe a nadie, los gastos de la cápsula de seguridad los pagará mi familia- y se lanzó a su último gran viaje (el mero bueno).

Logró burlar la seguridad de la nave, pues a pesar de que Don Eduardo siempre había sido un hombre muy recto, se sabía todas las mañas que vivir en México le enseñaron. Tomó la cápsula, se acomodó y desapareció en el profundo espacio, hacia el cuadrante espacial que, nunca notó, pero más miraba mientras se encontraba en la tierra.

Nadie sabe cuánto tiempo después, pero Eduardo despertó cuando una vocecita le decía – “Bienvenido. ¿Por qué tardaste tanto, hijo?”."

Dedicado a Victor Ochoa.


Salú.


Escuchando: Wo Qui Non Coin - Yokko Kano

3 comments:

Hederia said...

No lo se... como que me suena a que el "espíritu navideño" ha medio inspirado esta historia, so... "unlike you", y lo digo por el final, que es "lindo".
Aunque, bueno, tiene cosas que la hacen muy tuya, como los sueños, los sucesos impactantes en la infancia que te marcan de por vida, la vejez...
So, not to lose more time writting nonsense: I like it.
Y ¿sabes? me parece optimista pensar que al final todos hallaremos, de un modo u otro, por muy extraño, por muy absurda la manera, lo que buscamos. ¿Puedo darte un tiro? :-D

Hederia said...

Cambiar todas las cosas que pides que se cambien harían que la historia tuviera sentido, el personaje se habría realizado, habría tenido una vida feliz, habría llevado una vida diferente a la del humano promedio, interesado ahora en la bicis y las niñas, mañana en los autos y las mujeres, pasado mañana en un trabajo exitoso ante la vista de otros humanos pero que a él simplemente no le llena y unos hijos en los que se va a proyectar patéticamente. No sería ya una historia de no-pertenencia con la que el lector se identificara, sería la historia típica del ser especial que logra todo lo que quiere (simplemente porque es especial), pierde todo por la estupidez humana (ajena, claro, porque casi todos perdemos lo bueno que tenemos por la propia estupidez) y al final regresa a donde en verdad pertenece, va a un lugar donde puede sentirse en casa... No, esta no es ese tipo de historia. Este es el tipo de historia que alimenta al humano promedio, al que sabe que está atrapado, porque sabe que nunca nada va a ser suficiente para él, porque no sabe si tomará las desiciones correctas y está casi seguro de que nunca se va a sentir a gusto entre la humanidad a la que en distinta medida, todos despreciamos. Es la historia del que sabe que es más que los demás, pero por mucho que se esfuerza no puede demostrarlo como sueña, que no consigue lo que quiere... recordemos que la carrera espacial sí avanzó en el mundo, aunque no gracias a Eduardo, que se quedó al margen, en la fábrica de chocolates (el peinado sí que influye, Willy), con su familia (que eventualmente sí dejó sin miramiento alguno, porque en el fondo nunca fue lo que quiso)
Me parece que la historia está bien justo como está. Hay historias de héroes, de sueños cumplidos, de imaginación y de cosas hermosas... Esta no es una de esas historias. ¿Qué sería del planeta si todas las historias fueran felices y te dejaran un buen sabor de boca? También tiene que haber este tipo de historia deprimente y falta de color que culmina en una esperanza desvaida de pertenencia, y digo desvaida porque al final ya no tiene importancia, aunque a mi juicio sigue habiendo un dejo de optimismo en él.

Resumiendo: Me gusta como está.

Hederia said...

jaja, si, es cierto eso de que los niños recuerdan y se interesan por las historias bonitas, pero algunos no (yo en lo personal era gran fan de la versión de la sirenita donde ésta muere al final) y sin embargo al ir creciendo la frustración de descubrir que los cuentos bonitos no guardan gran semejanza con la realidad es aplastante, además hoy en día hay suficiente televisión educativa para los niños, de modo que, tristemente, cada vez leen menos. También está el hecho de que moralejas y cuentos de Grimm ha habido desde antes de que naciéran nuestros abuelos, y, bueno, no quisiera sonar pesimista, pero no han ayudado gran cosa a la conciencia de la humanidad, tus sobrinitos pueden ver un episodio completo de Barney el ñoño y pacifista dinosaurio y darle de patadas a sus hermanitos peleando por un juguete mientras aún pasan los créditos de salida; pueden haber leído Pinocho y mentir descaradamente horas después, pueden haber leído todo tipo de cuentos de niñitas buenas que van al cielo y eso no les impide ser egoistas como todo niño es.
Posiblemente soy egoista al emitidr mi comentario, y negligente :-P Puesto que hasta que mencionaste indignada que era un cuento para niños y algo debía dejarles, no me fijé en la entrada original y noté ese pequeño detalle... debo leer con más atención. Y sobre la dedicatoria, bueno, quizás no hay un motivo en particular más que amistad y el deseo de dedicar algún producto de su ingenio a ese amigo en... ¿agradecimiento? por su amistad o... no se jaja, algo tendría en mente el autor al hacer esa nota.

I was not here... don't believe me!

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