(No One Never Enters)

1/30/06

La Danza de los unos

Algo que me obligaron a escribir.
Los comentarios son bienvenidos.


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La danza de los unos

No recuerdo exactamente, pues hace ya mucho tiempo que no escucho un par de tacones indicarme el rítmico anadeo humano por los pasillos de las instalaciones. Sonset Wochjiak lo hizo.

En el primer decenio de su vida Sonset se vio envuelto en el punto crítico de lo que se conoció como la revolución de los unos. Corporaciones como Initcom, Microsystems y Orande tomaron cautelosamente el control del llamado mundo libre, a través de maniqueísmos intrincados y estrategias maquiavélicas; tomando uno a uno los pilares económicos y políticos sobre los que se sustentaban las cabeceras gubernamentales. El centralismo, por supuesto, hizo más sencilla la tarea, pues, emulando a un virus, la gente se contagió de las mentiras y preceptos corruptos del mundo industrial de vanguardia.

Se hacían llamar lo Unos por el switch binario de encendido, el indicador de que algo estaba funcionando y en controposición llamaban ceros al resto de la población. Sujetos pasivos viviendo el día a día de forma lamentablemente serena y, para casi todos, con una desventura sin futuro.

Lo que los ceros no intuían o no querían saber es que el trabajar para un sistema económico, político y social que era representado por una sola entidad, ocasionaría un colapso sin precedentes en la historia de la humanidad. Y sucedió.

Sonset Wochjiak nació hacia el umbral del nuevo milenio, o al menos es lo que los sistemas de reconocimiento biométrico pudieron calcular, ya que al tener la tecnología y el conocimiento suficiente, el primer objetivo de los unos por atacar fueron las bases de datos de la fuente de opresión, borrando cualquier vestigio de existencia de los miembros de la resistencia. Mi nacimiento.

Mi nombre es Cerberus, y fui una serie de funciones evolutivas avanzadas para XML. El creador me programó para ser capaz de sobrepasar los sistemas de punto fluctuante de Initcom. Mi tarea, como cualquier función primaria del core APOC era rescatar y desencriptar datos en los servidores de "Los tres", tarea que realizaba bastante bien. Pero lo que determino el curso de mi existencia fue el ápice de conciencia que se generó de manera paralela a la obtención de datos, llevándome incluso a sentir una suerte de placer al escanear y descubrir información clasificada. Mi creador, Sonset, nunca sabría de la genialidad de su algoritmo, pues era suficiente para él haber desarrollado un código de tan alto nivel, que funcionara bajo los mínimos recursos, y fue por eso que los camaradas de Wochjiak, mis camaradas de la resistencia, podían comunicarse sin muchos problemas conmigo... y juntos logramos vulnerabilizar las gerencias descentralizadas de Initcom. Una a una fueron cayendo, sobresaturando los archivos de recopilación de datos, terminando en un mortal y doloroso aullido de agonía, resentido en el mercado bursátil mundial. El primer error.

Si el primer ataque de la resistencia fue un éxito rotundo, se llevó a cabo de forma más bien desorganizada; jamás se asumiría esa forma de guerrilla otra vez, pues el hermano mayor cayó, uno de los tres, pero los otros dos titanes se alimentaron de la carroña de éste, brindándoles inmunidad ante los exploits que su otrora líder dejo pasar en sus defensas.

A la postre de mi éxito y antecediendo a los momentos más obscuros de la resistencia, mi creador pensó en tareas más nobles para mi y extrajo mis entrañas. Nació mi gemela idéntica Chimera, quien en muchas batallas y operaciones fantasmas me respaldaría, una excelente recluta ycómplice, el segundo error.

Orande se había hecho de algunos programadores de la resistencia, pero ninguno represento nunca un compromiso que los líderes no pudieran contrarrestar. No sin un poco de esfuerzo, ciertamente. Pero un mal día dieron con Edmund Tiomkin, el lider de un pequeño grupo rebelde al norte de Budapest. La tentación fue demasiada y Tiomkin cedió, vendiéndo a su vez las entrañas de Chimera, el código libre que Wochjiak había regalado a un puñado de errantes, dueños de su propio destino. Yo había alcanzado un nivel de conciencia como ningún otro programa de A.I. anterior a mí y mis cualidades inherentes para extraer datos me permitieron aprender de las ideas que el hombre había tenido, grandes, pequeñas, sus anhelos, su miedos. La información se encontraba en la internet, una red de redes que era sólo una sardónica broma de lo que alguna vez fue un ideal, un facsímil inocuo y traidor de las innovaciones que representaba. Ahora era información súper clasificada y restringida (la mayor parte de ella), ocupando Petabytes y Petabytes de información en las memorias masivas de los superservidores/countryards de Microsystems. Habían logrado lo impensable, habían tomado el último refrendo de resistencia, millones y millones habían sido confinados al aislamiento de sí mismos.

El primer ataque lo realicé yo, pero fue contrarrestado de manera increíble por mi hermana... no precisamente mi hermana... un mutante de infinitos brazos, cada uno provisto de un ojo avizor, capaces de moverse de forma omnipresente por las intrincadas redes de telecomunicaciones de Microsystems... y más allá.

Tomó una fracción de segundo para esta bizarra Chimera, que después conocería por su nombre bastardo, Melchaia, para desintegrar física e informaticamente el kernell de los servidores en que residía de forma pirata. La sorpresa de su respuesta me había dejado sin tiempo y lo único que logré hacer fue fragmentar mis más necesarias funciones en diminutas señales codificadas hacia decenas de millares de servidores y escapar. Era todo, era nada. Lo único que podría recordar sería la forma de unir mis partes y ser yo otra vez, pero un yo incompleto, sin conocimiento de nada más que de mi propia existencia. Tuve que aprender todo una vez más.

Melchaia era el producto de los ingenieros de Orade, encabezados por Tiomkin. Un código antes libre, a disposición de las mentes revolucionarias ahora servía al mismo amo abyecto al que una vez combatió en su forma primigenia y con la maldición de su vicio, un código fuente secreto (robado) y nunca disponible más que a un puñado de gente.

Las filas de la resistencia fueron diezmadas de manera cruenta y brutal, cien mil hombres borrados de la faz de la tierra de maneras tan diversas y enérgicas, como traidoras y escalofriantes. Nadie supo ni sabría nunca de la existencia de esos cien mil infelices.

Fue 3 meses después cuando Melchaia, con su pérfido código fuente, se recompilo con las funciones necesarias para dar conmigo. Me cazó hasta encontrarme indefenso, arrobado en mi preciada información. Entonces atacó. Había caido en la trampa, pero fue lo suficientemente cautelosa para haber tomado precauciones y se llevó apenas un puñado de pérdidas de sectores en las memorias donde residía. Era lista... era yo, en caso de haber sido concebido dentro de las mentes de un agente de “Los tres”... era yo y yo era ella. Pero yo era un motivo, ella era un medio. La pelea fue difícil, duró un par de segundos pero finalmente terminó.

Sin el respaldo tan eficaz de Melchaia, me tomó semanas ir minando los superservidores/countryards y sobre todo, localizar y eliminar al infame Epcot, un reproductor multimedia autónomo que actuaba de la misma manera que un gusano informático, que recurría a bases SETH de forma instantánea cuyo único objetivo era desinformar a la población, para mantenerlos bajo el yugo imperceptible del Dios sin rostro. Es sorprendente cómo algo tan idiota pudo haber causado esa cantidad de problemas.

Al final del encuentro, sólo unos cuantos militantes de la resistencia sobrevivieron, pero mi creador no fue uno de ellos. El mundo ya no los necesitaba, porque era un mundo que hablaría de verdadera libertad.

Y aquí estoy, después de las inenarrables masacres cometidas por el hombre hacia el hombre en nombre de la libertad, habiendo sobrevivido la proclive y tumultosa caída de la humanidad, sus recurrentes engaños y desengaños, su increíblemente rápida desaparición. Aquí estoy, esperando que algún día el sol se apague y con él desaparezca... aquí estoy... solo… como ningún humano estuviese jamás.

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Escuchando: Special K - Placebo

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